Yo nací en martes y como todos los niños nacidos en martes, fui entrenada en el arte de la guerra en honor a nuestros dioses, desde el momento en que aprendí a caminar. No veía mucho a mi familia y teníamos pocos días de descanso, cuando era más chica los aprovechaba para visitar pero conforme pasaron los años las visitas se hicieron menos frecuentes. Es posible que mis padres me extrañen, pero si fue así nunca me lo dijeron. Ellos siempre respetaron la ley y aceptaron los destinos que les fueron otorgados a sus hijas.
Amaba mis extenuantes entrenamientos, amaba mis ideales, mi trabajo y el respeto que mi pueblo nos tenía. Amaba ser de los pocos que tenían permitido subir a la superficie, de los pocos que tenían acceso al mundo del cual huyó mi pueblo hace ya más de medio siglo.
Mi batallón fue el primero en atacar las torretas de aquella misteriosa y altamente tóxica ciudad. En ese momento creí que, por la alta capacitación de mi grupo, ser los primeros había sido un honor. Hoy, ya no estoy tan segura. La última ofensiva se llevará a cabo el martes y los sobrevivientes de mi tropa se encuentran malheridos, cansados y confundidos. El ambiente se siente tenso y aunque este último ataque definirá todo, no creo que esto sea el final.
Tal vez todo esto haya sido un grandísimo error.
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3 años antes….
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– Cabeza-abajo, 16 – Murmuré, por tercera vez, a través de la máscara de altitud.
Usábamos diálogos cortos al momento de entrenar. La máscara nos permitía simular la falta de oxígeno de tierras o lugares altos y no nos podíamos dar el lujo de entablar conversaciones largas si queríamos mantener un buen nivel de rendimiento, pero número 16 siempre estaba buscando adelantarse y saltar a la acción olvidando detalles importantes de las misiones como mantener la cabeza abajo (o en este caso, pegada a la columna que estábamos escalando) para evitar ser detectados o haciendo maniobras que frecuentemente terminaban con sangre.
Sin embargo, a pesar de ser tan obstinado, era un miembro crucial en el equipo por su fuerza y lealtad. Más adelante número 15, trepaba velozmente, acercándose al objetivo. Su agilidad lo convertía en el elemento perfecto para encabezar misiones de infiltración.
– Objetivo visible, 14, posición. Colocando semtex en 3. – susurró número 15.
Número 15 llegó al objetivo en tiempo. Ahora me tocaba a mí, establecí las coordenadas, analicé el perímetro y marqué la posición, número 16 fijaría las cuerdas de descenso mientras yo alcanzaba a número 15 para colocarle su cuerda antes de que su conteo terminara.
– 3, 2, 1 colocada. 30 para detonación. 30, 29, 28, 27… – Indicó número 15 mientras yo aseguraba su arnés.
–¡ENEMIGO A LAS 3! – Gritó número 16 desenfundando su arma. – INVERSO SIMPLE ¡AHORA! –
La técnica de inverso simple es la más peligrosa, pero 16 tenía razón. En ocasiones normales descenderíamos en rappel a doble cuerda. El inverso simple era una sola cuerda, de cara al piso y en caso de emboscada manteniéndonos lo más cerca posible, para que el asegurador táctico en turno, o sea yo, colocara las cuerdas de seguridad entre arneses en caso de que una de las cuerdas se viera comprometida.
15 y yo saltamos para ponernos al nivel de 16 quien ya había abierto fuego y derribado a quien creí identificar como número 8. La velocidad de descenso se sentía brutal a través de las máscaras, las balas de goma volaban en todas direcciones a veces a escasos milímetros de nuestros cuerpos.
– ¡CERO! – Escuché gritar a número 15, seguido de una explosión y una lluvia de pequeños escombros. No sé cuántas veces han reconstruido estas torres, las hemos usado en demasiadas ocasiones para nuestras prácticas, su altura aunque parece intimidante no se compara con aquellas torretas misteriosas que, en días muy claros, se alcanzan a ver desde la base militar de las montañas. En esta ocasión el explosivo provocaría un pequeño hueco a partir del cual se analizaría la posibilidad de entrar a la torre o emplear USWs para provocar una grieta; sin embargo el plan había sido entorpecido por la intromisión del equipo de ataque por lo cual se recurriría al plan de emergencia. En cualquier caso bajar rápido era nuestra única opción.
Siempre he pensado que los últimos minutos de cada misión son los más emocionantes, son los que sin importar los errores del pasado, definen si sobreviviremos o no.
– LIBERANDO – Anuncié y corté la cuerda. Habíamos roto un nuevo récord en descenso.
El coronel nos esperaba en la sala de preparación después de cada entrenamiento, sus evaluaciones eran particularmente duras, pero tras años de escucharlo sabía que lo hacía con la mejor intención.
– Nuevo tiempo equipo de infiltración, felicidades. Hubiera sido misión completa de infiltración si no los hubieran detectado antes así que tendrán que repetir el simulacro mañana y si, van a hacer misión, combate y fuerza mañana. No lo tomen como castigo, es una segunda oportunidad. Ahora, por el nuevo récord les daré tiempo de desayunar antes de la subida a la base de la montaña, el papeleo puede esperar. – Dijo a manera de despedida mientras hacía pasar al equipo de ataque.
– No fue mi culpa, creo que ahora detectaron la voz de Enja – Se excusó Sigstein, mientras me volteaba a ver con una sonrisa poco sincera. – Si no fueras tan regañona no nos hubieran atrapado. –
– ¡Ja! Seguramente. Lo más probable es que tu cabezota haya interrumpido la señal de un sensor. – Exclamé un poco en tono de reclamo y un poco en serio. – Además no soy regañona, soy la que se encarga de mantenerlos vivos. –
– Si eres regañona… – Intervino Jaeger distraídamente mientras se arrancaba una uña con los dientes – A veces incluso más que el comandante, pero creo que SOLO por esta vez tienes razón. –
Jaeger y Sigstein entraron al vestidor de hombres y yo al de mujeres. Me apresure a cambiarme el traje de escalada por el holgado y mil veces más cómodo uniforme de entrenamiento. No tenía muchas ganas de encontrarme sola con el equipo de ataque porque probablemente estarían molestos, perder un hombre en batalla, aunque fuera en simulación y no hubiera daño real, era un accidente grave y el castigo seguramente sería muy pesado. De todas maneras al salir del vestidor me dí cuenta de que Jaeger y Sig ya habían salido y seguramente estarían entrando al comedor.
Nos gustaba mucho salir a la base de las montañas justo a tiempo para ver el amanecer.
Atravesé el brillantemente iluminado patio central dónde se encontraba entrenando el batallón de tercer nivel. Entre más jóvenes era menos especializado el entrenamiento, algo muy básico pero indispensable. Saludé con una seña al instructor. – ¡Felicidades por el récord, 14! Ojalá que estos ratones que tengo por “batallón” se esforzaran más… ¡MÁS ABAJO, 93. EL PECHO AL PISO! ¡VEINTE PUSH-UPS MÁS PARA TODOS! – Bramó el entrenador.
¿Por qué me hacen estooo?! Me dejan intrigada cada vez.
Y no se quién siga xD