Odio los martes.
El destino de la ciudad y de todos sus habitantes se decidirá el próximo martes. Podríamos morir instantáneamente o si todo sale bien seguir con vida por no se cuánto tiempo más.
Odio los martes.
En mis 26 años de vida nunca he logrado comprender a las personas que se quejan de los Lunes, ni a los que esperan con ansia la llegada del Viernes. Para mí todos los días son iguales, excepto el Martes, es tan… aburrido… tan… maldito…. tan… innatural…
Se podría decir que nací de esta manera. A mis padres les encantaba quejarse con sus amigos de lo problemático que fui durante la infancia, pero también debatían acerca del extraño hecho de que les daba problemas todos los días menos los martes, esos días simplemente me limitaba a existir.
Periódicamente mi odio por los martes fue aumentando, probablemente porque los peores momentos de mi vida sucedieron en martes. Mi madre murió en un martes, fui encarcelado un martes, si recuerdo bien era martes cuando la guerra empezó; podría continuar con una lista interminable pero definitivamente el peor de todos los martes fue cuando la conocí…….
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3 años antes….
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– Despierta!!! – gritó mi madre desde la cocina por cuarta vez.
Me levanté perezosamente y tropecé con mi laptop, la recogí y mientras revisaba que no se hubiera roto la pantalla caminé hacia la ventana y abrí las cortinas. Era un sábado bastante hermoso, la primera vez en dos semanas que se podía ver el sol debido a la tormenta tropical que pasó por la ciudad y lo ocultó.
En el horizonte las siete torretas que se podían observar desde mi ventana, refractaban la luz del sol de forma extraña, parecían faros apuntalados en tierra firme. La segunda de la derecha, que es un poco más grande que las demás, brillaba más de lo usual lo que debía significar que seguían trabajando en ella. Siempre me pregunté cuál era el objetivo de las torretas, llevan ahí más de quinientos años así que nadie sabe para qué fueron construidas y concuerdo con algunos que piensan que es bastante extraño tener un círculo de torres que no protegen ninguna muralla o reja; pero los fundadores de la ciudad pensaron que podrían ser utilizadas como medio de defensa para su nueva ciudad así que henos aquí.
Dejé que mi mirada divagara por las montañas que se alzaban por detrás de las torretas, todavía tenían un color pálido que seguramente desaparecería bastante rápido gracias a la lluvia de las últimas semanas.
Retrocedí a mi armario y saqué el primer pantalón que vi; mi playera favorita estaba en el piso pero la tomé de todas formas y me vestí. No tenía pensado salir pero mis padres se enojarían si me la pasaba todo el día en pillama, así que bajé en cuanto terminé de vestirme.
– Algún día de estos te despertaré con un balde de agua fría – dijo mi madre cuando entré por la puerta de la cocina.
Tenía puesto un delantal de cocina que le confería un aura muy maternal. Ella nunca tuvo un cuerpo despampanante, de hecho es bastante esbelta, pero a cambio tiene una belleza que provoca miradas lujuriosas a cualquier lugar al que va. Su largo cabello castaño claro estaba recogido en un peinado que nunca había visto, pero sus lentes plateados lo mantenían fuera de su rostro.
– Entonces haré lo mismo por ti el martes, ¿qué te parece? – pregunté y me senté en la mesa.
– ¿Le harías eso a tu madre? – exclamó mientras introducía pedazos de carne en una olla.
– No lo hago por molestarte, simplemente estoy siguiendo tu consejo: “Cada martes tienes que hacer algo inesperado”, tu misma lo propusiste así que no veo por qué no seas inmune a mis inusuales actividades – comenté con una sonrisa.
– Ha! sabía que ese consejo regresaría a morderme el trasero – dijo mientras confirmaba que la comida estuviera lista, – Bien sabes que no te di ese consejo para que justifiques tus constantes jugarretas, sinceramente creo que mejoraría tu “marhumor” si hicieras algo nuevo, algo completamente aleatorio, inesperado, extraño, audaz y excitante. –
A mi madre le encanta inventar sus propias palabras, de vez en cuando logra crear una palabra algo ingeniosa pero la mayoría de las veces son simplemente absurdas, y de todas ellas su favorita es “Marhumor” la cual usa para referirse a mi usual estado de ánimo en esos días.
– Lo sé, lo sé. Es solo que lo he estado haciendo cada semana en los últimos 3 meses y ya se me acabaron las ideas de qué hacer –
– Ya se te ocurrirá algo, siempre has sido una persona muy ingeniosa – dijo ella mientras apagaba el fuego de la estufa – Solo espero que no hayas estado haciendo nada peligroso –
Estaba pensando cómo responder a esa pregunta cuando se escuchó el sonido de la cochera abriéndose, fue un alivio poder cambiar de tema porque no quería tener que mentirle. – Ya se había tardado en llegar! – grité levantándome.
Juntos salimos de la casa para ver el automóvil negro de mi padre subir a la cochera. A simple vista parece un simple coche pero está más blindado que uno de los camiones que transportan dinero; protecciones necesarias para alguien del rango de mi padre. Se abrió la puerta del auto y bajó. Mi padre es casi tan esbelto como mi madre pero con cabello negro corto, anchos hombros, músculos bien definidos y una postura impecable; producto de su trabajo en la agencia supongo.
La Agencia de Protección, comúnmente acortado a A.P., se creó para mantener las torretas de la ciudad en buen estado y estar listos para defenderla en caso de un ataque. Es independiente del gobierno pero tiene ciertas similitudes con la policía o el ejército. Últimamente ha habido muchos disidentes en la ciudad que piden la disolución de la agencia y es por ellos que mi padre no ha regresado a casa en dos semanas.
– Buenos días Stargento – saludó mi madre, usando el apodo que inventó para hacer alusión a la estrella que adornaba su nueva insignia, distintivo de su nuevo rango en la agencia.
– Buenos días mi amor – saludó y complementó con un fugaz beso, luego se dirigió a mi. – ¿Qué tal hijo, todo bien?
– Nada fuera de lo común, solo estábamos discutiendo las nuevas y macabras maneras en la que me despertarán los fines de semana – respondí.
– Eres bienvenido a aportar ideas – sugirió mi madre.
– ¿Que tal un balde de agua fría?
– ¿Lo ves? creo que es la mejor manera. Ambos estamos de acuerdo así que más vale que te despiertes a la primera la próxima vez – bromeó ella, o al menos eso espero.
– Ja, Ja, muy graciosos. Mejor entremos ya, me estoy muriendo de hambre – contesté e inmediatamente regrese a la casa.
El desayuno estuvo particularmente delicioso. Mi padre nos contó cómo había hecho una inspección a las torretas del lado este; al parecer algunas de ellas han decaído al punto de que se puede ver la estructura de piedra original.
– Estamos planeando remodelar algunas de ellas y aprovecharemos para montar equipo más avanzado, estaré mucho más ocupado de ahora en adelante – informó.
– Ahhh eso es una pena, últimamente no te vemos para nada – rezongó mi madre.
– Lo sé, pero es parte de mi trabajo para proteger la ciudad –
– ¿Protegerla? ¿de qué?, no hay nadie ni nada que quiera atacarnos y aunque lo hicieran podrían escabullirse entre las torretas. – comenté sarcásticamente.
– ¿Estás diciendo que mi trabajo es inútil? – preguntó mi padre con un tono peligroso.
– No, no, Claro que no, es solo que no creo que la agencia esté aportando mucho a la sociedad. Podrían estar ayudándole a la policía en lugar de estar conservando y mejorando esas viejas torretas – contesté sinceramente.
– Has estado hablando otra vez con ese chico Derek, ¿ehh?. Su padre es el que ha estado lidereando a los disidentes de la A.P., han estado lanzando manifestaciones por toda la ciudad incitando a que el gobierno tome control de la agencia o la disuelva completamente. – se quejó acaloradamente y no lo culpo, ha tenido bastante trabajo y estrés a causa de ellos.
– Hace meses que no lo veo, no te preocupes – confesé.
– Bueno no importa. De cualquier forma me gustaría que vengas conmigo un día a las torretas, quiero que veas de cerca el trabajo que hace la agencia – ofreció mi padre.
Me sorprendió bastante el ofrecimiento, le había estado pidiendo que me llevara a visitar las torretas desde que era niño pero siempre se negó a hacerlo y se mantenía firme en su decisión, eventualmente dejé de pedírselo porque supuse que nunca me llevaría. El acceso a las torretas está prohibido para los ciudadanos normales pero los familiares de los oficiales de la agencia pueden realizar una visita guidada.
– ¿Estás bromeando, verdad? – le dije, mirándolo sospechosamente.
– No esta vez. De hecho me sorprende que tu madre haya podido guardar el secreto –
– Fue difícil pero te prometí que tu le dirías. Bueno, ¿qué día vamos a ir? – preguntó mi madre
– Cuando ustedes quieran – respondió el
Ambos me voltearon a ver como esperando una respuesta y no lo tuve que pensar dos veces.
– Vamos el próximo martes – respondí.
– ¿Estás seguro? – preguntó y yo asentí – De acuerdo, el martes será- afirmó.
De esta forma ya no me tendría que preocupar por idear qué hacer ese día, y por primera vez en toda mi vida, quería que el martes llegara pronto.