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Entrar a la cafetería de Arden me llenó de una tranquilidad muy familiar. Hay algo en ese lugar que siempre me sorprende, ya sea que esté enojado, triste o simplemente aburrido, al momento en el que entro a la cafetería mi mal humor se desvanece como por arte de magia. No estoy seguro si sea el penetrante olor a café mezclado con el de las flores frescas que Arden prepara día a día, o el perfecto orden en el que se encuentran todas las pequeñas mesas, o tal vez simplemente sea Arden, su larga melena cuidadosamente recogida en una cola de caballo brincaba al caminar por la tienda,el delantal azul que le regalé en su último cumpleaños resaltaba su cintura y los pequeños lentes que siempre trae puestos ocultan casualmente su belleza. El sonido de la campanilla de la entrada desvió su atención hacia mí, y al verme lanzó una sonrisa que me dejó embobado con la perilla en la mano.

– Hola guapo! – me recibió cuando dejó de atender a la única mesa ocupada del lugar. -¿No vas a entrar?

– Claro -respondí tontamente.

– Pensé que ibas a pasar el día con tu papá, era de lo único que hablabas en los últimos días –

– No estoy seguro, simplemente canceló – expliqué mientras nos sentábamos en la barra.

– Awww, siento escuchar eso. Seguramente te lo compensará con otra visita algún otro día, por lo pronto esto te animará – dijo Arden y me puso enfrente mi café frío favorito.

 

Continuamos hablando de varias cosas durante más de una hora, pero lo que en realidad estábamos haciendo era esperar a que los clientes de la cafetería se fueran.  A pesar de que Arden es una chica muy dulce también es muy tímida y no puede soportar muestras de afecto en público, así que usualmente esperamos a que la cafetería esté sola para realmente entrar en nuestro papel de novios.

– No creo que tarden mucho, han estado aquí bastante tiempo – susurró Arden, claramente impaciente.

– Tengo la sospecha que la Sra. Samer sabe perfectamente qué pasará cuando se vaya y sólo está haciendo tiempo con la esperanza que llegue otro cliente – comenté

Arden se volteó y me dio un ligero golpe en el hombro – Ella nunca haría algo así y lo sabes! –

– En realidad no lo sabemos – contesté mientras sigilosamente le picaba la panza por debajo de la barra.

– Basta! – susurró entre dientes e intentaba defenderse con una mano.

La Sra. Samer volteó hacia la barra y entrecerró los ojos, nosotros le ofrecimos nuestras mejores sonrisas inocentes y continuamos hablando.

 

Después de unos minutos al fin los clientes pidieron la cuenta y se preparaban para salir, pero para nuestra desgracia la puerta de la cafetería se abrió para dejar entrar a otro cliente.

– Gyn! Ohhhh al fin! Te he estado buscando por todas partes. No te vas a creer lo que ha pasado. – gritó agitadamente una señora que desconocía pero que claramente era amiga de la Sra. Samer.

– Tranquila tranquila ¿Qué pasó?. Arden cariño, tráele un té negro ¿quieres? – pidió Samer.

– No quiero nada! No entiendes Gyn, pero si es que han atrapado a tu sobrino robando artefactos a la ciudad! – respondió la desconocida.

Escuchar eso me sorprendió bastante, robar artefactos era uno de los peores crímenes qué alguien pudiera cometer alguien y era normalmente castigado con la pena máxima. Sentí a Arden tensarse a mi lado y al voltearme su rostro estaba lívido, y entonces me golpeó, la Sra. Samer tenía un único sobrino y ese sobrino era…

Al ver que había comprendido la situación Arden me miró a los ojos, me dio un beso en la mejilla  y se despidió con su usual. – No hagas nada tonto, ¿ok? –

 

Salí corriendo de la cafetería y me dirigí al centro.

Todavía no me lo podía creer. Seguramente mi padre sabía de esto y me lo había ocultado pero al final este tipo de noticias siempre terminan esparciéndose como fuego. Sólo pensaba en que tenía que hacer algo para ayudarle pero también entendía que mi padre no podría ni querría hacer nada; una sola persona podría ayudarle pero el simple hecho de considerarlo me helaba la sangre.

Me detuve a recuperar el aliento y después de decidir qué era la única forma, cambié de dirección hacia el lugar que más odiaba para ver a la persona que juré nunca volver a ver…..

– Espera ! – se escuchó una voz a mis espaldas

– Enja ! ya basta ! – gritó una segunda voz

Pero no miré hacia atrás.

Seguí corriendo a lo largo del cinturón de grava que se extendía por todo el coliseo. Normalmente los chicos son mucho más rápidos que yo pero cuando lo que se requiere es resistencia no hay nadie que me supere. Hoy en especial tenía bastante energía, solo pudieron completar media vuela antes de que los alcanzara y empezaran a morder mi polvo, y después de 1 hora ya les llevaba 9 vueltas de ventaja.

– ¿Qué pasa debiluchos?! – les grité con mi característico tono burlón cuando los volví a alcanzar – ¿Ya se cansaron? –

– ¿Qué es lo que te pasa a ti?! ¿Acaso eres una máquina? – jadeó Jaeger mientras se tiraba al piso

– Tengo la teoría de que Enja tiene la habilidad de absorber la energía de otras personas inconscientemente – comentó Sigstein, tirándose junto a Jaeger – Y por una extraña razón solo funciona los Martes.

– No empieces con tus cuentos para niños – se quejó Jaeger

– ¿Tienes alguna mejor explicación? La cantidad de energía que tiene los Martes es inhumana –

– Están exagerando. Probablemente sea simplemente la bendición de Palggan – respondí deteniéndome junto a ellos

– No me sabía que tu también creías en esas tonterías, si fuera verdad entonces el maldito de Keom me debe una de esas – rezongó Jaeger

– Oye! no te quejes de haber nacido en Lunes, estás mucho mejor posicionado que yo – dijo Sigstein con una voz dolida

Siguieron discutiendo acerca de todas las ventajas y desventajas que recibía una persona de acuerdo a que tan cercano había nacido en Martes. Me acosté sobre el pasto y contemplé el techo de granito que era nuestro cielo. Siempre me he preguntado cómo será el cielo en la superficie, unos dicen que es tan brillante que no puedes ver mientras que otros dicen que es tan infinito que te hace sentir tan pequeño como un gusano.

Luego recordé que tenemos cosas que hacer.

– Dejen de pelearse, necesitamos llegar al templo antes del mediodía – exclamé mientras me levantaba.

– Ahhh! cierto – dijo Sigstein

– No entiendo por qué tenemos que ir al templo mayor para dar la ofrenda en lugar de ir al templo al que siempre vamos – comentó Jaeger

– Es un favor que recibimos del General por nuestro desempeño en la última misión. Si no vamos lo podría tomar como un insulto – explicó Sigstein

– Vamos Jaeger, ¿Dónde quedó tu sentido de la aventura? ¿No te da curiosidad entrar a un lugar que no está abierto normalmente al público? – lo cuestioné

– Supongo que tienes razón. Vamonos! – respondió Jaeger, y juntos partimos hacia el centro de la ciudad en donde se encontraba el templo mayor, hogar de los 7 dioses de nuestra civilización.

 

La última vez que había entrado al templo mayor sólo tenía 6 años pero el interior era tal y como lo recordaba.

En el centro del templo se encuentra una estatua a nuestro Dios supremo: Palggan, nacido en Martes, señor del fuego, la sangre y la guerra; es representado por un guerrero fornido y ataviado en armadura de obsidiana, en su brazo derecho una blande una espada de piedra y en el derecho una antorcha encendida.

A su lado derecho se puede vislumbrar a su hermano, Paran, nacido en Miércoles, amo del agua, los terremotos y la espontaneidad; su larga barba caía al suelo y se enrollaba en su tridente varias veces. Después se encuentra una anciana con piel arrugada, vestido hecho de flores y lianas en lugar de cabello; ella es Nok, nacida en Jueves, madre de la naturaleza, los animales y la paz. Finalizaba con la estatua más extraña de las 7, un gigante de metal con cabello de oro, piel de plata, ropa de cobre, escudo de piedra y mazo de acero; Noran, nacido en Viernes, capataz de las piedras, el metal y la fuerza.

Por la izquierda está la estatua de un joven esbelto envuelto en una túnica que le cubre todo excepto el rostro; el es Keom, nacido en Lunes, príncipe de la oscuridad, el veneno y el miedo. Era seguido por Hin, hermosa doncella en vestido blanco que sostiene un brillante báculo; nacida en Domingo, amante de la luz, el cristal y la sabiduría. Al extremo la estatua de Gal completa el panteón, nacida en Sábado, amiga de la tierra, la cosecha y la humildad; una pequeña niña con flores en el cabello cargando una canasta con manzanas doradas.

– Wow! – gritó Jaeger impresionado – Tenían razón el templo mayor es definitivamente mucho mejor que cualquier otro –

– Silencio! están en un lugar sagrado – lo regañó un fornido acólito de Noran que caminaba cerca de nosotros.

– Terminemos rápido con esto ¿quieren?, hagan sus ofrendas y nos vemos de regreso aquí en 10 minutos – sugirió Sigstein

Jaeger asintió y se dirigió a regañadientes a la estatua del encapuchado, mientras Sigstein caminaba solemnemente hacia la de Hin.

A pesar que eramos las únicas personas en el templo además de los acólitos, las estatuas estaban llenas de ofrendas. Tomé la botella de aceite rojizo, mi ofrenda a Palggan, y caminé hacia el centro del templo. Subí los 3 escalones que daban acceso a la base de la estatua, removí el corcho de la botella y vertí el brillante aceite en la alberca de piedra que recogía el líquido y lo transportaba hasta los pies del dios. Regresé al piso y me observé detenidamente la estatua, los rasgos del rostro eran mucho más detallados de lo que estaba acostumbrada, la luz y las chispas que desprendía la antorcha jugaban con las sombras y hacían parecer que estaba vivo.

Justo antes de que apartara la vista observé como una de las chispas saltó de la antorcha y empezó a planear por el aire, como no se apagaba seguí su trayectoria hasta que fue a posarse en la alberca de aceite. El familiar sonido del despertar del fuego inundó el templo acompañado del dulce aroma del aceite y el arrullador sonido del crepitar de las nuevas llamas. Por un momento todo el templo se sumió en un silencio fúnebre, era como si las llamas quemaran todos los sonidos de alrededor, pero pronto el hechizo se rompió y todo el templo se sumió en el caos.

– Salve dios padre Palggan! Te agradecemos por tu bendición! – empezaron a gritar los acólitos rojos y poco a poco se le unieron los demás.

Me quedé atónita viendo el fuego que quemaba los pies de la estatua, sabía muy bien lo que significaba: guerra. Un augurio de guerra se presentó ante mi, y el más grande de todos siendo la estatua del templo mayor la que se encontraba en llamas. Después de unos segundos me desperté de mi trance y corrí hacia la entrada esperando encontrar a los chicos.

Hace más de 200 años que no había habido fuego en el templo mayor, y ahora el General y el Sumo Sacerdote tenían el pretexto perfecto para obligar al Rey a firmar la orden bélica.

La guerra contra los habitantes de la superficie empezará muy pronto. Demasiado pronto…..

 

Odio los martes.

El destino de la ciudad y de todos sus habitantes se decidirá el próximo martes. Podríamos morir instantáneamente o si todo sale bien seguir con vida por no se cuánto tiempo más.

Odio los martes.

En mis 26 años de vida nunca he logrado comprender a las personas que se quejan de los Lunes, ni a los que esperan con ansia la llegada del Viernes. Para mí todos los días son iguales, excepto el Martes, es tan… aburrido… tan… maldito…. tan… innatural…

Se podría decir que nací de esta manera. A mis padres les encantaba quejarse con sus amigos de lo problemático que fui durante la infancia, pero también debatían acerca del extraño hecho de que les daba problemas todos los días menos los martes, esos días simplemente me limitaba a existir.

Periódicamente mi odio por los martes fue aumentando, probablemente porque los peores momentos de mi vida sucedieron en martes. Mi madre murió en un martes, fui encarcelado un martes, si recuerdo bien era martes cuando la guerra empezó; podría continuar con una lista interminable pero definitivamente el peor de todos los martes fue cuando la conocí…….

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3 años antes….

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– Despierta!!! – gritó mi madre desde la cocina por cuarta vez.

Me levanté perezosamente y tropecé con mi laptop, la recogí y mientras revisaba que no se hubiera roto la pantalla caminé hacia la ventana y abrí las cortinas. Era un sábado bastante hermoso, la primera vez en dos semanas que se podía ver el sol debido a la tormenta tropical que pasó por la ciudad y lo ocultó.

En el horizonte las siete torretas que se podían observar desde mi ventana, refractaban la luz del sol de forma extraña, parecían faros apuntalados en tierra firme. La segunda de la derecha, que es un poco más grande que las demás, brillaba más de lo usual lo que debía significar que seguían trabajando en ella.  Siempre me pregunté cuál era el objetivo de las torretas, llevan ahí más de quinientos años así que nadie sabe para qué fueron construidas y concuerdo con algunos que piensan que es bastante extraño tener un círculo de torres que no protegen ninguna muralla o reja; pero los fundadores de la ciudad pensaron que podrían ser utilizadas como medio de defensa para su nueva ciudad así que henos aquí.

Dejé que mi mirada divagara por las montañas que se alzaban por detrás de las torretas, todavía tenían un color pálido que seguramente desaparecería bastante rápido gracias a la lluvia de las últimas semanas.

Retrocedí a mi armario y saqué el primer pantalón que vi; mi playera favorita estaba en el piso pero la tomé de todas formas y me vestí. No tenía pensado salir pero mis padres se enojarían si me la pasaba todo el día en pillama, así que bajé en cuanto terminé de vestirme.

– Algún día de estos te despertaré con un balde de agua fría – dijo mi madre cuando entré por la puerta de la cocina.

Tenía puesto un delantal de cocina que le confería un aura muy maternal. Ella nunca tuvo un cuerpo despampanante, de hecho es bastante esbelta, pero a cambio tiene una belleza que provoca miradas lujuriosas a cualquier lugar al que va. Su largo cabello castaño claro estaba recogido en un peinado que nunca había visto, pero sus lentes plateados lo mantenían fuera de su rostro.

– Entonces haré lo mismo por ti el martes, ¿qué te parece? – pregunté y me senté en la mesa.

– ¿Le harías eso a tu madre? – exclamó mientras introducía pedazos de carne en una olla.

– No lo hago por molestarte, simplemente estoy siguiendo tu consejo: “Cada martes tienes que hacer algo inesperado”, tu misma lo propusiste así que no veo por qué no seas inmune a mis inusuales actividades – comenté con una sonrisa.

– Ha! sabía que ese consejo regresaría a morderme el trasero – dijo mientras confirmaba que la comida estuviera lista, – Bien sabes que no te di ese consejo para que justifiques tus constantes jugarretas, sinceramente creo que mejoraría tu “marhumor” si hicieras algo nuevo, algo completamente aleatorio, inesperado, extraño, audaz y excitante. –

A mi madre le encanta inventar sus propias palabras, de vez en cuando logra crear una palabra algo ingeniosa pero la mayoría de las veces son simplemente absurdas, y de todas ellas su favorita es “Marhumor” la cual usa para referirse a mi usual estado de ánimo en esos días.

– Lo sé, lo sé. Es solo que lo he estado haciendo cada semana en los últimos 3 meses y ya  se me acabaron las ideas de qué hacer –

– Ya se te ocurrirá algo, siempre has sido una persona muy ingeniosa – dijo ella mientras apagaba el fuego de la estufa – Solo espero que no hayas estado haciendo nada peligroso –

Estaba pensando cómo responder a esa pregunta cuando se escuchó el sonido de la cochera abriéndose, fue un alivio poder cambiar de tema porque no quería tener que mentirle. – Ya se había tardado en llegar! – grité levantándome.

Juntos salimos de la casa para ver el automóvil negro de mi padre subir a la cochera. A simple vista parece un simple coche pero está más blindado que uno de los camiones que transportan dinero; protecciones necesarias para alguien del rango de mi padre. Se abrió la puerta del auto y bajó. Mi padre es casi tan esbelto como mi madre pero con cabello negro corto, anchos hombros, músculos bien definidos y una postura impecable; producto de su trabajo en la agencia supongo.

La Agencia de Protección, comúnmente acortado a A.P., se creó para mantener las torretas de la ciudad en buen estado y estar listos para defenderla en caso de un ataque. Es independiente del gobierno pero tiene ciertas similitudes con la policía o el ejército. Últimamente ha habido muchos disidentes en la ciudad que piden la disolución de la agencia y es por ellos que mi padre no ha regresado a casa en dos semanas.

– Buenos días Stargento – saludó mi madre, usando el apodo que inventó para hacer alusión a la estrella que adornaba su nueva insignia, distintivo de su nuevo rango en la agencia.

– Buenos días mi amor – saludó y complementó con un fugaz  beso, luego se dirigió a mi. – ¿Qué tal hijo, todo bien?

– Nada fuera de lo común, solo estábamos discutiendo las nuevas y macabras maneras en la que me despertarán los fines de semana – respondí.

– Eres bienvenido a aportar ideas – sugirió mi madre.

– ¿Que tal un balde de agua fría?

– ¿Lo ves? creo que es la mejor manera. Ambos estamos de acuerdo así que más vale que te despiertes a la primera la próxima vez – bromeó ella, o al menos eso espero.

– Ja, Ja, muy graciosos. Mejor entremos ya, me estoy muriendo de hambre – contesté e inmediatamente regrese a la casa.

El desayuno estuvo particularmente delicioso. Mi padre nos contó cómo había hecho una inspección a las torretas del lado este; al parecer algunas de ellas han decaído al punto de que se puede ver la estructura de piedra original.

– Estamos planeando remodelar algunas de ellas y aprovecharemos para montar equipo más avanzado, estaré mucho más ocupado de ahora en adelante – informó.

– Ahhh eso es una pena, últimamente no te vemos para nada – rezongó mi madre.

– Lo sé, pero es parte de mi trabajo para proteger la ciudad –

– ¿Protegerla? ¿de qué?, no hay nadie ni nada que quiera atacarnos y aunque lo hicieran podrían escabullirse entre las torretas. – comenté sarcásticamente.

– ¿Estás diciendo que mi trabajo es inútil? – preguntó mi padre con un tono peligroso.

– No, no, Claro que no, es solo que no creo que la agencia esté aportando mucho a la sociedad. Podrían estar ayudándole a la policía en lugar de estar conservando y mejorando esas viejas torretas – contesté sinceramente.

– Has estado hablando otra vez con ese chico Derek, ¿ehh?. Su padre es el que ha estado lidereando a los disidentes de la A.P., han estado lanzando manifestaciones por toda la ciudad incitando a que el gobierno tome control de la agencia o la disuelva completamente. – se quejó acaloradamente y no lo culpo, ha tenido bastante trabajo y estrés a causa de ellos.

– Hace meses que no lo veo, no te preocupes – confesé.

– Bueno no importa. De cualquier forma me gustaría que vengas conmigo un día a las torretas, quiero que veas de cerca el trabajo que hace la agencia – ofreció mi padre.

Me sorprendió bastante el ofrecimiento, le había estado pidiendo que me llevara a visitar las torretas desde que era niño pero siempre se negó a hacerlo y se mantenía firme en su decisión, eventualmente dejé de pedírselo porque supuse que nunca me llevaría. El acceso a las torretas está prohibido para los ciudadanos normales pero los familiares de los oficiales de la agencia pueden realizar una visita guidada.

– ¿Estás bromeando, verdad? – le dije, mirándolo sospechosamente.

– No esta vez. De hecho me sorprende que tu madre haya podido guardar el secreto –

– Fue difícil pero te prometí que tu le dirías. Bueno, ¿qué día vamos a ir? – preguntó mi madre

– Cuando ustedes quieran – respondió el

Ambos me voltearon a ver como esperando una respuesta y no lo tuve que pensar dos veces.

– Vamos el próximo martes – respondí.

– ¿Estás seguro? – preguntó y yo asentí – De acuerdo, el martes será- afirmó.

De esta forma ya no me tendría que preocupar por idear qué hacer ese día, y por primera vez en toda mi vida, quería que el martes llegara pronto.