El ambiente está muy agitado. Yo estoy muy agitado. ¿Pero quién soy yo? Perdí mi identidad en el pasado. No tuve opción. Un prisionero de guerra. Eso me dijeron. Es por eso que decidí abandonar mi cuerpo. Fundirme con la roca que me rodea. Dejar de existir.
No está mal, no existir.
Cuando no existes, no existen los sentidos, no existen los recuerdos, no existen los sueños, no existe la esperanza. Cuando no existes, no existe el tiempo, no existen los años, no existen los días.
Cuando no existes, no existen los martes.
Si no me hubiera perdido, habría caído victima de la ira, la depresión y el delirio como todos los que vinieron después. ¿Quienes eran ellos? Nunca los conocí, ni entablé una conversación con uno solo. Únicamente sentía su presencia. Los observaba mientras su alma se podría lentamente.
Ahora empiezo a despertar. ¿Por qué ahora? Algo me empuja de regreso a mi cuerpo. Las paredes me rechazan. El ambiente está más tenso de lo que jamás había experimentado.
Ahora empiezo a recordar.
– ¡Muestra algo de respeto! ¿Qué no sabes que nació en martes?
Nunca entendí esta justificación. ¿Nació en martes? ¿Qué hizo el para nacer en martes?
– ¡Eso es mera coincidencia! ¡Es una idiotez que midan a las personas por el día en que nacieron!
Irónicamente, mi temperamento y mi sed de aventura eran característicos de aquellos nacidos bajo el cuidado del dios de los mares y las tormentas. El Rey de un mundo desconocido.
Ese mismo día partí.
En ese entonces hablaba impulsivamente. Hoy lo afirmo serénamente. Nosotros no somos nada para los dioses. Ningún dios aceptaría las atrocidades que se llevaron a cabo en esta torreta maldita. Ningún dios permitiría que siguiera de pie.
No se hace cuanto tiempo llegué. Algunos dirán que fue obra divina, que mi blasfémia merecía semejante castigo. La verdad es mucho más absurda.
– ¡Tu no perteneces en el frente, no estás entrenado para la guerra!
Ya había hecho esto en otros asaltos, con otros batallones. Aprovechar sus avances para escabullirme y robar artefactos de esta ciudad misteriosa.
– Será mejor que lo matemos – dijo uno de sus compañeros – si lo dejamos ir delatará nuestra posición.
Esta vez era un batallón pequeño, de élite. Yo los seguía desde lejos pero por más que intenté no pude ocultarme de ella.
– Tranquilo Jaeger, no podemos matar a uno de los nuestros…
– ¿Uno de los nuestros? – Interrumpió – ¡Este infeliz no tiene nada que ver conmigo!
– Sabes a lo que me refiero, ya pensaremos qué hacer. Por el momento debemos seguir en movimiento. – Me miró – Tu vienes con nosotros.
Mis recuerdos son opacos. Cada uno de ellos viene acompañado de dudas.
¿Cómo me llamo?
¿Cuánto tiempo llevo aquí?
¿Qué es este presentimiento que recorre mi cuerpo?
Estas dudas solo se suman a la presión que siento en mi pecho. Quisiera no haber despertado. Despierto tengo que pensar.
¿Por qué no hay nadie más en mi celda?
¿Por qué no hay ningún guardia fuera de ella?
¿Acaso hoy es martes?
Oops. Spellcheck.